El sábado (3 mayo) por la mañana, nos acercamos hasta el Mercado Ruso
(también conocido como Mercado Negro, un sitio donde puedes encontrar de todo…
desde mandos de TV de todo tipo, móviles, cables, gorros de pelo rusos,
máscaras de gas, bicicletas… todo de procedencia dudosa, claro…). Algunos comimos
algo de vuelta al centro, en un Hes Burger (es una cadena tipo McDonalds, la
culpable de que en Riga no haya Burger King).
La tarde la dedicamos a comprar regalitos y a pasear, y ya
hacia la hora de cenar, fuimos al Ala Bar, un bar donde ofrecen comida típica letona
(no tradicional, sino más moderna). Tomamos algo y después cenamos y pronto al
hotel. Eso sí, antes de marcharnos, los de la mesa de al lado nuestra se
encargaron de recoger todas las sobras de comida que nos habíamos dejado… y comérselas,
sin ningún escrúpulo. Yo todavía sigo alucinando…
Por la noche, estuvimos en una de las salas comunes del hotel jugando a un juego de cartas que el señorito David había comprado en exclusiva para el viaje, otros salieron a dar una vuelta para aprovechar la última noche letona… La chica del hostal nos invitó a unos chupitos (de despedida, se podría decir…) y a dormir, que al día siguiente tocaba viaje otra vez…
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